De María Ester Roblero, LA IGLESIA QUE NO SE VE

La Iglesia que no se ve
Por María Ester Roblero
Tomado de latercera.com

Al conocer esa Iglesia que no se ve, se confirma que en su fuerza reside una oportunidad de librarnos de ese defecto mencionado por el padre Berríos: nuestro clasismo.

LEJOS DE escandalizarme, el contenido de la entrevista concedida por Felipe Berríos SJ a TVN, me interpela y me compromete. Me interpela a la revisión personal y a la vez, a continuar con este diálogo que él ha abierto porque, como todo diálogo, está inconcluso. Me compromete también a dar testimonio sobre un aspecto que el padre Berríos también mencionó: nuestra profunda ignorancia no sólo sobre teología cristiana, sino sobre nuestra Iglesia chilena. Y, quisiera agregar, ignorancia también del papel que hoy cumplen muchos obispos en Chile, potenciando aquello que podría llamarse “la Iglesia que no se ve”.

Durante casi tres años encabecé el proyecto “Misión 13”, con el cual Canal 13 se unió a la Misión Continental inaugurada en Aparecida en 2007. Con “Misión 13” quisimos recorrer el país y, en los habituales espacios de servicio religioso del canal, mostrar a esas comunidades. Grabamos misas dominicales en pueblos andinos, caletas de pescadores del norte, pueblos campesinos del valle central, zonas afectadas por el terremoto más al sur.

La evidente conclusión fue que los católicos de las grandes ciudades no sabemos que existe esa Iglesia que no se ve. Esta es diferente a la que conocemos; nos encontramos con monjas que bautizan guaguas y celebran matrimonios con el beneplácito del obispo que fue quien las trajo del Perú para suplir la falta de sacerdotes. Es una Iglesia donde los fiscales del sur están 100% a cargo de las catequesis. Donde se vive todo esto con preparación. Que, a pesar de estar repartida de norte a sur, configura una sorprendente unidad. Unos bailan tinku en el norte para celebrar la cruz de mayo, otros en el centro cantan a lo divino en la misma fiesta. Unos pagan a la tierra en cristiano y con yaitiri en los alrededores de Atacama, mientras otros en los valles centrales llenan las siembras de imágenes de San Francisco para implorar por una buena cosecha.

Es una Iglesia que perdura a través de cinco siglos, porque es memoria histórica y afectiva, pero sobre todo es fe; una fe que hunde sus raíces en la experiencia personal e intransferible de cada uno con el mundo espiritual.

“Misión 13” me permitió conocer y valorar a todas esas agrupaciones de la Iglesia, religiosas y laicas. Y valorizarlas no implica denostar a la jerarquía de la Iglesia. Por el contrario, a lo largo de Chile son los obispos quienes se apoyan en esta profundidad de raíces cristianas para cumplir con su trabajo pastoral.

Buscando una palabra que interpretara lo que las declaraciones de Felipe Berríos SJ me han provocado, encontré: “energizar”. La encontré en un poema de Elicura Chihuailaf, poeta mapuche: “El mundo es como un jardín… Cada cultura es una delicada flor que hay que cuidar (energizar) para que no se marchite. Para que no desaparezca”.

Que gran pérdida sería para Chile si desapareciera una sola de nuestras comunidades o carismas. Porque al conocer esa Iglesia católica chilena que no se ve, se confirma que la armonía de lo invisible es muy fuerte y en su fuerza, si la dejamos emerger, reside una oportunidad de librarnos de ese gran defecto mencionado por el padre Berríos: nuestro ignorante clasismo.

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