De Alfonso Ussía, «EL TATA» (de Messi)

«El tata»
Alfonso Ussía
Publicado en la razon.es España – 12.06.2013

Aparte de una fractura de tibia y peroné o una lesión de los ligamentos cruzados, lo peor que le puede pasar a un futbolista con ganancias multimillonarias es que lo administre su padre, en Argentina, el «tata». Según ha sabido una considerable parte de la humanidad, a Messi le ha salido el «tata» bastante rana. El chico, que es un futbolista excepcional y una amenaza constante para todos los que no somos ni socios, ni simpatizantes, ni partidarios del Fútbol Club Barcelona, es muy probable que se haya llevado una monumental sorpresa cuando se ha enterado del asunto que complica su futuro. No me figuro a Messi controlando sus dineros. Vive en un mundo irreal, como su manera de jugar al fútbol. Y contagia la irrealidad a quienes regala su talento futbolero. Una mujer impresionante, a la que conozco de algunos años atrás, capaz de derretir con su sola presencia todas las nieves del Pirineo, me confesó sentirse profundamente enamorada de Messi. «Es guapísimo», remachó con los ojos en blanco mientras el escote le palpitaba con frenesí preocupante. Esa visión parcial y subjetiva de Messi se me antojó consecuencia del placer aforofado y permanente que el argentino procura a sus seguidores. A mí, personalmente, con la esperanza de que nadie ose interpretar mi opinión a través de la envidia, Messi no me parece guapo. No me gustan los hombres, pero ante Gary Cooper, Gregory Peck o Paul Newman, puedo entender que algunas mujeres me hayan considerado una alpargata. Junto a Messi, y a pesar de mi avanzada edad, sigo creyendo en milagros estéticos. Messi es muy pequeño, estevado y no se le puede adjudicar el atractivo de una mirada penetrante. Para colmo, después de más de un decenio viviendo en Cataluña, no alcanza a distinguir el catalán del rumano, mientras que su nuevo compañero de equipo, el brasileño Neymar –que también tiene un padre de aúpa–, soltó una parrafada en catalán ante Rosell nada más aterrizar en España, que hasta el gato de Pilar Rahola experimentó lo que André de Magnol-Thierry definió como «la máxima expresión de la complacencia». Otro día escribiré de André de Magnol-Thierry, que como es de suponer, no existió.

A los dos, a Messi y Neymar, los administran sus papás, y cabe destacar que tanto el uno como el otro carecen en el mundo del fútbol de simpatía y crédito. El crédito se lo conceden los millones que ingresan sus hijos, y lo menos que de ellos se espera es que los administren bien. El de Messi se ha columpiado con Hacienda, y en esta ocasión no parece ser Montoro el culpable, lo cual es extraordinario y casi milagroso. Hace unas semanas mantuve con ella una amistosa discrepancia que sobrellevó con muy buena educación. Me refiero a Pilar Eyre. Pues bien. Fue Pilar Eyre la que nos dejó con la curiosidad de un escándalo en torno a Messi a finales del pasado mes. Hice toda suerte de cábalas, pero no alcancé a figurarme que el gran futbolista había sido pillado con las manos en la masa por la Agencia Tributaria. Pero insisto en la presunción de inocencia de Messi, y no tanto en la de su «tata». Messi puede errar con los conceptos tributarios, pero no engañar a sabiendas. Su mundo, fuera del fútbol, carece de todo interés. El «tata» es diferente.

Lo malo es que han empezado ya los juicios paralelos, y le están diciendo de todo menos bonito. Cosas de la envidia, probablemente, ese defectillo tan español, y por español, tan catalán asimismo.

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