NI TANTO QUE QUEME AL SANTOS, por M C Arenas

Encuestas e interpretaciones: Ni tanto que queme al Santos…

por Bloguero Oficial M C ARENAS el 01-08-2012 04:14 PM – semana.com

No es necesario conocer profundamente al Presidente Santos para entender que la última Gran Encuesta de Semana le produjo una gran desazón. Más preocupado, sin embargo, debe estar por el descenso en el apoyo de algunos medios y periodistas generadores de opinión, hasta hace poco sus grandes aliados. La evidente caída de algunos indicadores de la Gran Encuesta de Semana, ha sido el resultado, no sólo de sucesos graves y errores del gobierno, sino también de un cambio paulatino en el cubrimiento de los medios.

La dramática interpretación que se le ha dado a los resultados de dicha encuesta en julio es señal del bajón mediático: “El pesimismo inunda al país”, se afirmó. “Bajo este marco sombrío…” se añadió. “A pesar de sus esfuerzos, la Casa de Nariño fue incapaz de detener la tendencia a la baja de los principales indicadores de desempeño”, fue la conclusión.

Ni tanto que queme al Santos, ni nada que no lo alumbre, diría yo. No todos los indicadores vienen en picada, como lo demuestra una lectura más técnica y menos emocional de los resultados de la Gran Encuesta.

En Colombia, la influencia de la radio y la televisión, y de algunos generadores de opinión, como sabemos, es apreciable. Los adultos colombianos se informan esencialmente a través de esos medios. En contraste, el número de lectores de periódicos es muy bajo. Pocos compran los diarios y aún pocos recurren al Internet para acceder a la información escrita (4 millones, es decir, menos del 10% de la población, en el caso de El Tiempo). Dicho diario, que durante muchos años fue el faro que movió la opinión pública, sigue perdiendo influencia. Su cubrimiento, mayormente positivo y benigno sobre la Administración Santos, no sirvió para blindarlo. Porque los más influyentes periodistas y generadores de opinión ya no se muestran dispuestos a darle un fácil pase al Presidente y a sus ministros.

Antes de analizar los resultados específicos de la Gran Encuesta de Semana, deben ponerse de presente algunos aspectos técnicos, aburridos de leer pero relevantes: en primer lugar, esta encuesta no es representativa de todos los habitantes del país. La muestra solamente incluye a los pobladores de municipios con más de 200.000 habitantes. En consecuencia, no podemos sacar conclusiones válidas sobre lo que piensan las gentes del campo o de las ciudades más pequeñas. También hay que tener en cuenta que el margen de error para el total de la muestra es de 3.1%, con un margen de confianza del 95%. Lo anterior quiere decir que las diferencias en algunos resultados, si son inferiores a ese margen de error, no tienen validez estadística. Finalmente, cuando se divide la población en numerosos subgrupos, por ejemplo, cuando se presentan los resultados por rangos de edad o nivel socioeconómico, los márgenes de error aumentan significativamente. Como no se nos ha suministrado la información sobre esos márgenes, no resulta apropiado, como lo han hecho algunos analistas, sacar conclusiones sobre las opiniones de esos subgrupos.

Vamos entonces a los resultados más relevantes de la Gran Encuesta:

Evidentemente, la imagen del Presidente ha venido descendiendo desde noviembre de 2010, con un bajón muy agudo en julio de este año.

El fin de las lunas de miel de los Presidentes de Colombia se presenta, generalmente, después del primer año de gobierno. La de Santos estaba durando más. Al cumplir su primer aniversario, siete de cada diez encuestados tenían una imagen favorable del actual Presidente. Posteriormente, y poco a poco, sus índices de favorabilidad comenzaron a descender. En noviembre del año pasado llegó al 64% y en abril de éste al 58%, porcentaje todavía muy respetable. Con el mes de julio vino la destorcida: el descenso en la opinión favorable fue muy agudo y tan sólo llegó al 47%. Un bajón de 11 puntos. Vale resaltar que, en dicho mes, más de la mitad de los hombres urbanos (51%) todavía seguía teniendo una imagen favorable del Presidente de la República, mientras que apenas 43% de las mujeres compartía esa opinión. Brecha semejante existe cuando se le pregunta a los encuestados si creen que Santos ha cumplido con sus promesas: 43% de los hombres piensa que sí y sólo un 36% de las mujeres está de acuerdo. El Presidente tiene un problema de percepción entre mis congéneres, al que debe prestar atención si aspira a la reelección.

La principal razón para el fuerte descenso en la opinión favorable sobre el Presidente en julio probablemente se encuentra en el liderazgo asumido por los medios para informar y destapar las negociaciones incestuosas que se hicieron durante todo el proceso de aprobación de la reforma, y especial pero no exclusivamente durante la última etapa de conciliación entre Senado y Cámara. Así mismo, sobre la insistencia del delegado del gobierno, el Ministro de Justicia, para que el Congreso, la aprobara pese a los micos. Mientras tanto, el Presidente de la República estaba en Brasil, desentendido del tema. La opinión mayoritaria quedó escandalizada.

Los frecuentes viajes de Santos a otros países y su afán por tener un protagonismo internacional ya venían siendo criticados por los medios. La opinión pública, en general, es también contraria a esa “viajadera”. A algunos Presidentes parece no serles suficiente el liderazgo dentro de las fronteras de la Patria, para utilizar un término muy querido por Uribe. Los desmaya ser recibidos con alfombra roja en otros países, al compás del himno nacional y con elegantes banquetes de estado. Y Santos no es la excepción.

El Presidente, que se preocupa por la opinión pública y no teme rectificar, adoptó la decisión de reconectarse con el país y darle la vuelta a Colombia, en lugar de la vuelta al mundo. Está a tiempo para refortalecer su imagen y su prestigio internos.

Los problemas en la justicia, y el escándalo con la pretendida reforma, podrían ser la principal explicación para la aparente contradicción entre el creciente porcentaje de colombianos que admite que las cosas en su vida personal están mejorando (ascendió de 34% en noviembre del año pasado a 46% en julio de este año), frente a la evolución de aquellos que piensan que las cosas en el país van por buen camino (disminuyó de 50% de la población hace un año a tan sólo 32% este año). No les faltan razones para pensar que, tanto en la política como en la justicia, como vamos, vamos mal.

De otra parte, las acciones de guerrilla, los paramilitares y la falta de paz en el país no parecen ser la principal preocupación de los encuestados. Los resultados de la Gran Encuesta muestran que, al contrario de lo que opinan algunos comentaristas, ese problema es particularmente relevante para porcentajes que no superan un cuarto de los habitantes de ciudades con más de 200.000 habitantes, quienes fueron los incluidos en la muestra. Más aún, pese al aumento en los ataques de la guerrilla, menos cruentos que en el pasado pero magnificados por el expresidente Uribe y sus seguidores más cercanos, la preocupación en esta área no ha aumentado significativamente. Los porcentajes variaron entre 19% en julio de 2011 y 23% en el mismo mes de este año. Naturalmente, una encuesta entre pobladores rurales y de ciudades menores, mostraría resultados diferentes.

La preocupación mayor entre los pobladores urbanos es la de la inseguridad en las ciudades, la delincuencia general y la juvenil. En julio del año pasado, 39% identificó este tipo de inseguridad como su gran preocupación. En abril de este año, el porcentaje había disminuido al 33%. En julio creció significativamente y llegó al 40%. Este debería ser un toque de alerta para las autoridades.

Hablando de autoridades, y como nota final, llama poderosamente la atención que la opinión favorable sobre las fuerzas armadas se mantenga alrededor del 73%. Y que la de la Policía Nacional (64%), tan sólo haya descendido 5 puntos en dos años, pese a la preocupación por la inseguridad en las ciudades. Dos o tres cosillas, en materia de manejo de imagen, le pueden enseñar el General Naranjo y los Comandantes de las Fuerzas Armadas al Presidente.

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